A TORO PASADO: CINCO LECCIONES DEL 1 DE JULIO
Francisco García Pimentel
4 de julio 2018.
¿Estoy contento? Me preguntan. No, en lo absoluto. ¿Preocupado? Sin duda. Pero el cielo es azul a pesar de mis lentes. La verdad y la realidad no dependen de mi estado de ánimo. Las cosas son lo que son y de poco sirve ponerse a llorar sobre las tinajas rotas.
De los errores o se aprende, o es inevitable volver a repetirlos. Y hay algunas cosas que tú y yo nos tenemos que plantear seriamente tras las elecciones del 1 de julio.
- EL CLASISMO Y EL RACISMO DIVIDEN, SIEMPRE.
Aún hoy veo gente conocida hablando de chairos, nacos, prietos, miserables y codos mugrosos. Hay que tener mucho, muchísimo cuidado, porque el racismo es un virus que destruye al organismo desde dentro. No existe sociedad en la que el racismo no tenga costos humanos gigantescos.
Puedo garantizarte que cada vez que usaste cualquiera de estas palabras, abonaste dos, o tres, o diez o cien votos a favor de su causa, porque cuando la humillación es normalizada, la dignidad responde como puede; con rebelión, con resentimiento o con violencia. ¿Qué otra cosa esperabas, realmente? ¿Qué aquél a quien agraviaste decidiera seguirte y dar la victoria a tu candidato? Noticia de último momento: a nadie le gusta que lo ofendan.
- ¿FUTBOLISTAS Y STRIPPERS? PUES SÍ.
Veo que se quejan de que ahora tendremos senadores, diputados y gobernadores que son actores, futbolistas, strippers, ex drogadictos y ex convictos.
Lo primero que hay que decir es esto: no hay nada en la ley que lo impida; todas las profesiones que son, a los ojos de la ley y de la sociedad, lícitas, pueden (y en mi opinión, deben) ser consideradas como sujetos para acceder a puestos de elección pública. Estoy seguro de que hay deportistas, artistas y luchadores sociales capaces y excelentes. El hecho de asumir incapacidad por la profesión no es sino otro síntoma de clasismo/racismo. En países de primer mundo suele existir una sana convivencia entre políticos de carrera, expertos técnicos y otras profesiones. Nadie se asusta.
Quienes están convencidos de su propia superioridad asumen que la gente votó por un ex futbolista por mera ignorancia. Pero ¿y si no? ¿Y si de verdad prefieren a un seleccionado que al que tú seleccionaste? Si es así, hay que preguntarse ¿por qué?
- LA POLÍTICA POR LA POLÍTICA TIENDE A LA ENTROPÍA.
Ahora, supongamos –sin conceder- que algunas de las personas que votaron lo hicieron con ignorancia; desde la miseria o la desesperación.
Si este fuera el caso ¿de quién es la culpa?
Los partidos políticos no son solo máquinas de huesos, sino sobre todo escuelas de democracia. El gobierno paternalista; el sistema educativo; el sistema financiero ¿de verdad hicieron todo lo que estaba en su poder para sacar a la gente de esa ignorancia, miseria y desesperación?
Las empresas, los patrones y todos los que estamos en el pequeño porcentaje de mexicanos con títulos y escritorios ¿de verdad hicimos todo por fomentar el bien común, el desarrollo personal y el crecimiento intelectual y espiritual de la gente que está alrededor nuestro?
El resultado del domingo es el resultado de una sociedad que no está conforme. Y sí es un voto en contra del sistema. Si les va a resultar (o no) es harina de otro costal; pero no es difícil ponerse en los zapatos de quien busca un cambio, el que sea, porque hoy no encuentra la salida.
- EL DISCURSO CORROSIVO, CUESTA.
Por otra parte, los mexicanos somos expertos en hablar mal de México; y en representarlo negativamente a la primera oportunidad que tenemos. De esto he hablado en diversas ocasiones. Nos gusta decir –casi presumir- lo mal que estamos, lo corruptos que somos, lo maleducados que podemos ser y lo chistoso que es ofender a los demás. Y ese es el poder de las palabras: que se convierten en destino a fuerza de repetirse.
Después de convencer a todo México y al mundo de lo mal que está todo ¿con qué cara pedimos continuidad? ¿Con qué argumento negamos el cambio? ¿Cómo nos hacemos ahora los sorprendidos, los ofendidos?
Sé que hay gente ya planeando las elecciones de 2024. Hay a quienes les urge regresar al poder, retomar su hueso, volver a sentarse en una curul, ya sea con intenciones puras o perversas. Pero ganar las elecciones en tres o en seis años no resuelve nada; será apenas paliativo si no nos atrevemos a pasar a quirófano.
Entre tanto, tenemos que hacernos el hábito de hablar de los problemas de México sin denigrar a México.
- LA TAREA.
México da un giro a la izquierda dentro del plan general del Foro de Sao Paolo de 1990. Esto no es súbito ni sorpresivo. Yo –como muchos otros- creo que México tiene fortaleza estructural, institucional y ciudadana para resistir un cambio en el timón. No; no creo que México lleve el camino que siguió Venezuela.
Para que eso siga así, hay que defender las instituciones y su independencia. El INE, la Suprema Corte, el Banco Central, los Medios de Comunicación, las Paraestatales y la institución de la no reelección.
También, y sobre todo, como ciudadanos, tomar los lugares públicos próximos, que son la materia prima de la verdadera democracia. Las asociaciones de colonos, de condóminos, de padres de familia; la colonia, la delegación, la alcaldía. Grupos de negocios, de empresarios, de jóvenes, de ciudadanos. Hay que estar allí y hay que levantar la mano.
Toca también redescubrir el valor de los partidos. El PAN lo supo durante 7 décadas y luego lo olvidó: la oposición se crea desde la sociedad, no desde el curul de al lado. No ignorar el poder los medios (tradicionales y no tradicionales) como educadores de la democracia y el de la sociedad como afirmadora de la solidaridad que sustenta nuestra cultura y unidad. Abrazar la dicotomía de la guerra “ellos contra nosotros” no hará sino abonar al resquebrajamiento del país al que tú y yo llamamos hogar.
No hay tiempo para el llanto apocalíptico, ni para el odio. Lo dijo san Juan Pablo II con la sencillez de la evidencia: La espiral de la violencia solo la frena el milagro del perdón.